El próximo domingo se celebran elecciones en Alemania. Vaya por delante que, después de haber vivido en aquel país durante más de un año y, por tanto, después de comprobar cómo una sociedad puede funcionar realmente bien invirtiendo con generosidad en servicios públicos, mi opinión puede llevar el sesgo de la admiración. Tanto es así que siento sincera simpatía hasta por su actual canciller pese a profesar creencias políticas bien distantes de las mías.
Si envidio el panorama electoral alemán no es, por supuesto, por las nulas expectativas de victoria que pueda tener la izquierda real, ni tampoco por las delatoras renuencias de la socialdemocracia a pactar con Die Linke para salvar las conquistas del Estado del bienestar. Junto a la más que probable victoria democristiana, tales circunstancias no apuntan sino a la consolidación del conservadurismo como la opción política de rango europeo más creíble y natural. Nada extraño, dada la coherente propensión de una sociedad mercantil a ser gobernada con criterios liberal-conservadores.
Si contemplo admirado la más que probable distribución de fuerzas de la política alemana es por su sinceridad. Y no lo digo por las antedichas renuencias del SPD, que vienen a identificar con claridad la opción socio-liberal y a frustrar cualquier posibilidad de un pacto entre la burguesía progresista y el socialismo obrero, pacto que ha sido el causante por lo general de los más valiosos avances sociales y económicos en nuestra historia reciente. Ni tampoco por la reseñable circunstancia de que allí gobiernen en comandita CDU y SPD, haciendo patente hasta qué punto las divergencias entre estas dos corrientes son superficiales e interesadas. Lo afirmo por el hecho de que tal distribución responde con fidelidad a la correlación ideológica de la Alemania actual, algo que no podemos afirmar de nuestro anquilosado bipartidismo, ni siquiera porque esté flanqueado de las formaciones nacionalistas.
Ese ejemplo alemán es de todas formas extensible a otros países europeos como Francia y Portugal. En todos ellos podemos constatar la concurrencia de cinco corrientes políticas: a la derecha, junto a formaciones nacionalistas extremosas, encontramos a democristianos y liberales, en el centro a socialdemócratas y social-liberales, y a la izquierda a verdes, comunistas, troskistas y a socialistas. Y en ninguno de ellos se da una mayoría apabullante de alguna formación, al menos si ponderamos los resultados electorales en proporción al cuerpo electoral en su conjunto, como tampoco se da una minoría irrisoria en las coaliciones a la izquierda de la socialdemocracia.
Si esto ocurre es porque las sociedades alemana, francesa y portuguesa son más liberales que la española. Es decir, sus instituciones políticas, sus formaciones representativas y, en fin, su entramado mediático, reflejan con mayor precisión sucomposición política real. En España, por el contrario, existe en ese sentido un déficit de representatividad y, por consiguiente, un exceso de presión malformadora por parte de las instituciones y los partidos sobre la sociedad. Para que ello no ocurriera, habría que hacer distinciones netas entre nacional-católicos y liberales laicos en el seno del PP, entre social-liberales y socialdemócratas en el interior del PSOE, y entre comunistas y ecosocialistas dentro de IU. Quizá UPD sea esperanzador en este sentido, desgajando a los liberales laicos del PP, pero faltaría aún que los comunistas volvieran a tener su partido, para que los votase quien quisiera, y que el socialismo democrático tuviese su propia agrupación.
2 comentarios:
No conozco el sistema político alemán, pero tengo entendido que en el parlamento, además de un voto por escaño hay algo asi como un voto por partido, lo que ayudaría a esa fragmentación, diferenciandola de la tendencia al bipartidismo este que disfrutamos.
Por otra parte, mis padres, que "hicieron la transición" siempre cuentan que tras la muerte de franco todo el mundo temía un escenario de inestabilidad total, que sería imposible conseguir una mayoria absoluta y muy dificil acabar una legislatura, mas aun temiendo la falta de experiencia y el posible "extremismo" de las opciones políticas. Y que fue como respuesta a ese miedo por lo que se hizo todo lo posible para reforzar a las opciones mayoritarias.
Por lo tanto, quizas no sea tanto un problema de madurez (o liberalismo) de la sociedad española como un problema de miedo a la inmadurez, que ha generado una dinámica que ahora es muy dificil de romper porque la inciativa de cambio debería partir de aquellos a quienes beneficia.
Por otra parte hay que tener en cuenta la existencia de los nacionalismos, que sirven de apoyo parlamentario a los gobiernos que no tienen mayoría, y que no se si cuentan con homólogos en esos países.
Muchas gracias por el comentario Mar. Compruebo con alegría que tengo en ti una de mis más puntuales lectoras! Ya has visto los resultados finales: la CDU con más o menos los mismos apoyos que hace cuatro años y el SPD con un batacazo histórico. Y ya han empezado todos a realizar la lectura que más le beneficia, sin atender a la autocrítica. Un abrazo
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