lunes, 23 de junio de 2008

Bourdieu

Exonerado a mi pesar durante un tiempo de mis deberes de bloggero por mis deberes profesionales, no se me ocurre otra cosa, para mantener la conexión, que mostrar algunos párrafos geniales de un pensador genial que estos días está ocupando mis horas:
"El laissez-faire que resulta conveniente mientras esté asegurada la protección de los intereses del grupo privilegiado, se sustituye por una especie de proteccionismo consciente, que reclama de las instituciones que hagan al descubierto lo que de manera invisible hacían unos mecanismos que presentaban todas las apariencias de la necesidad natural", La distinción, p. 161.
"Contra un orden social que reconoce a los más desposeídos el derecho a todas las satisfacciones, pero sólo a largo plazo, la pretensión (de los agentes sociales) no tiene otra opción que el crédito, que permite tener el goce inmediato de los bienes prometidos pero que lleva consigo la aceptación de un porvenir que no es sino la continuación del presente, o la imitación, falsos vehículos de lujo y vacaciones de lujo falso. Pero la dialéctica del desenclasamiento y del reenclasamiento está predispuesta a funcionar también como un mecanismo ideológico cuyo discurso conservador se esfuerza por identificar los efectos que, en la impaciencia misma que empuja al goce inmediato mediante el crédito, tiende a imponer a los dominados, sobre todo cuando comparan su condición presente con su condición pasada, la ilusión de que les basta con esperar para obtener lo que en realidad no obtendrán más que a través de sus luchas: situando la diferencia entre las clases en el orden de las sucesiones, la lucha competitiva instaura una diferencia que, a la manera de la que separa al predecesor del sucesor en un orden social regido por unas leyes sucesorias bien establecidas, es a la vez la más absoluta, la más infranqueable", La distinción, p. 163.

sábado, 7 de junio de 2008

Información y publicidad neutralizadores

Entre las variadas funciones desplegadas por los media, una de las más destacadas persigue la desmovilización social. Para conseguir tal finalidad emplean el silencio, la tergiversación o, directamente, la más aviesa manipulación. Uno de los ejemplos más brillantes -por eficaz, amable y estético- de esta burda técnica desmovilizadora nos lo suministra el último y célebre anuncio de Repsol. El engendro publicitario nos encomienda a la espontaneidad social de Hayek para salvar el medio ambiente, lo cual, traducido a lenguaje sociológico, no quiere sino decir: "ustedes despreocúpense señores, sigan llenando su depósito, que ya los amos se encargarán de que no nos precipitemos en el abismo". Sería creíble, si no comenzasen ya a atisbarse las primeras señales visibles de la irresponsabilidad congénita que caracteriza a nuestros poderosos.

Resulta que ayer hubo
una concentración de dos pares en Lisboa en protesta por una reforma laboral 'socialdemócrata' que, bajo el manto ideológico de la flexibilidad y la competitividad, se plantea hundir aún más en la precariedad al elemento currante. Ni una sola noticia, ni una misérrima alusión, he podido leer en la prensa nacional, ni siquiera en Público.

Uno de los profesores a quien más admiro, porque concilia rigor y profundidad con honestidad y compromiso, acaba de sacar a la luz, desde una posición auténticamente estratégica,
los trapos desinformativos de El País. Para quienes estamos hastiados de su confusión entre los intereses empresariales propios y los intereses colectivos (recuérdese la reacción de Cebrián y cia. ante la creación de La Sexta) supone toda una reveladora confirmación saber que al prepotente diario le son indiferentes los derechos humanos más básicos.

En definitiva, a sabiendas de que el dominio que ejercen puede ponerse en entredicho por más que traten de fundarlo en la naturaleza, la fatalidad o la providencia, los capitanes del mundo mediático y de las finanzas están obligados a demostrar por activa y por pasiva que cualquier aspiración transformadora está condenada a provocar la división social. Por eso prefieren silenciar cualquier intento en ese sentido o, cuando no se le puede acallar, presentarlo como un atentado contra las libertades, obviando con ello que su propósito no es sino la conquista de la libertad.