sábado, 19 de abril de 2008

Los límites del constitucionalismo

Una acepción ética del constitucionalismo entiende esta forma política de la modernidad como garantía de los derechos frente al poder. Hermann Heller, pensador judío y socialista que falleció exiliado en España hace justo 75 años, entendía que el constitucionalismo moderno no podía significar exclusivamente la defensa de la libertad frente a las prerrogativas del poder de los señores pues esta práctica en favor de la autonomía databa al menos de la Edad Media. El signo diferencial del constitucionalismo moderno radicaría, por el contrario, en la plasmación democrática de un programa de transformación social inspirador de la acción política y compuesto de valores socialmente acuñados. Y creo que no le faltaba razón en su intento de diferenciar liberalismo y constitucionalismo. El primero se concreta siempre en una forma de limitacion del poder político establecido; el segundo, en cambio, además de límites, habilita al poder y es fuente de autoridad. Pero concedamos, de cualquier modo, que es inherente al constitucionalismo marcar fronteras al poder.

El problema surge cuando el poder sólo se entiende como agencia o institución política, pues de esta forma nos deslizamos siempre por la pendiente liberal dejando atrás la propiamente constitucional. Que el poder se manifieste sólo a través de la política y que, sin embargo, sea una entelequia inexistente en el terreno estrictamente social es la premisa básica de toda forma de liberalismo, para el cual las concentraciones de poder e influencia en muy pocas manos, si se producen en el tablero de la sociedad, son sólo fruto de la concurrencia entre las aptitudes de hombres libres y naturalmente iguales entre sí. Pues bien, hasta que el constitucionalismo no vuelva a concebirse también como habilitación del poder político frente al poder social los ciudadanos, y con ellos su libertad individual, queda inerme frente a los agentes económicos de los que dependen factores básicos para su supervivencia. Que no exista un movimiento unánime y atronador que reivindique constantemente esta necesidad de protección no significa, como los liberales quieren, que tal necesidad no exista, sino sencillamente que el hombre, por propia inercia natural y, después de los fascismos, por pura descreencia política, no se mete en líos aunque estén despellejando al vecino de enfrente. Sobre esta (innoble) cualidad humana opera constantemente la organización social actual, potenciando un individualismo empobrecedor y obstruyendo cualquier canal capaz de solidarizar a quienes arrastran una existencia alienada.

Toda esta palabrería sería impertinente si no tuviese su correspondiente corroboración empírica. Como sabéis, casi de cualquier teléfono fijo corporativo debe marcarse el 0 para poder realizar llamadas al exterior. Pues bien, si eres usuario de ONO y, por puro automatismo, marcas algún día en tu casa primero el 0 para después comenzar a teclear el número de destino comprobarás que antes de llegar a la tercera cifra te saldrá una voz metálica dándote las noticias de última hora. ¿Por qué? Pues porque si marcas el 095 te conectas al noticiario de Radio Nacional. Y hoy he sabido cuánto cuesta el equívoco: 1€ aprox. por 5 segundos. ¿Qué os parece? ¿Será pura coincidencia quizá? ¿Y a quién acudir por los atropellos diarios sufridos por cualquier ciudadano por parte de quienes nos suministran los servicios básicos para tirar adelante...?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado este post. Esta relación entre el concepto de constitucionalismo y la indefensión de los ciudadanos frente a las grandes empresas puede ayudar para motivar a los estuiantes de primer curso. Citaré tu blog por supuesto. Saludos
Alfons