sábado, 19 de abril de 2008

La propaganda en Público

Creo que comencé a tener uso de razón política allá por los dieciocho años. Recuerdo que poco después de comenzada la licenciatura la lectura de la prensa era ya una costumbre cotidiana. Quizá no podía ser de otra forma procediendo de una familia en la que se compraban dos periódicos a diario (El País y Diario 16). El caso es que precisamente en aquellos años (1994-1996), un mínimo de decoro, de independencia y de ética exigían cuanto menos mostrar cierta incomodidad ante la tibieza contemporizadora del diario de Polanco con los GAL, la corrupción y la retórica gonzalista. Fui, en efecto, uno de tantos progresistas atraídos por un diario que entonces era heterogéneo, combativo y arriesgado: El Mundo.

Poco menos de tres años duró aquel romance. Recuerdo perfectamente el día de la ruptura. Otoño del 2000, estaba en mi primera estancia en Madrid, viajaba en un autobús de línea desde El Retiro hasta Atocha y, como no podía ser menos, la sospecha de la función política desempeñada por el diario de Pedro J. era ya casi una certeza. Voces discrepantes, firmas minoritarias, defensores de la independencia vasca y demás personajes que habían poblado sus páginas ya estaban ausentes de un periódico contraído a posiciones conservadoras y ultraliberales. El titular de aquel día -también lluvioso, como el de hoy- acusaba a una corporación municipal abertzale de no se qué complacencia con el terrorismo. Bastaba irse al interior y leer la noticia in extenso para apercibirse de que lo proclamado en la portada era sencillamente mentira, un leño más arrojado al fuego del antinacionalismo vasco, consigna política fundamental del aznarismo.

La vuelta a El País nunca fue convencida. Aprecio más el rigor, la convicción y la transparencia que la fullería, el interés y la conveniencia. De hecho, sólo he simpatizado con Zapatero cuando fue acribillado por PRISA por tratar de introducir algo de diversidad al mercado mediático de la izquierda. El caso es que andaba uno huérfano de prensa desde hacía tiempo cuando por fin se le ocurrió a alguien pensar que esa era la situación de muchos lectores de periódicos. Acogí por eso con entusiasmo la salida de Público.

Presta voz este periódico a periodistas y escritores sin espacio propio en la oligarquía mediática española. Los dos únicos links que puedes encontrar en este blog intermitente conducen a las webs personales de dos ejemplos claros de ello. La sección de Dominio Público de dicho diario también es toda una muestra de lo que digo, con artículos de Belén Gopegui, Fernández Liria, Pizorruso, Amador Fernández Savater (bien diferente de su progenitor) o Rafael Escudero. No desmerezco, por tanto, el proyecto en su conjunto.

Pero titulares como el de hoy, tras una campaña de escoramiento absoluto, burdo y torpe hacia el PSOE, hacen que vuelva la triste sensación de horfandad. Así reza, en tipos bien grandes y legibles: ESTIRAR LA HIPOTECA SERÁ GRATIS PARA TODOS. Sólo debemos avanzar una sola página para descubrir la letra pequeña de la medida 'socialista': "El primer paso es solicitar la ampliación de los plazos del préstamo al banco, que lo puede denegar si no lo considera pertinente".
El problema no es la propaganda de la medida de Solbes, sino el grado de inteligencia que estas actitudes presuponen al lector. Mal vamos si el diario que nacio postulándose como independiente, ilustrado y de izquierdas cree que sus seguidores somos adeptos, acríticos y modelables.

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