domingo, 23 de mayo de 2010

Socialismo y democracia

Hace muy poco, un visitante y comentarista, que seguramente había observado mal la galería de autoridades con que se presenta este portal, se sorprendía de que su autor se declarase socialista, partícipe y simpatizante de esa doctrina tan desfasada y totalitaria cuya barbarie e ineptitud práctica quedaron irrevocablemente demostradas en 1989.

Si no tendiésemos a occidentalizar toda nuestra realidad, el juicio anteriormente transcrito sería harto discutible, vista la alta probabilidad de que un régimen comunista, que se compone además de un sexto de la población mundial, sea la máxima potencia de aquí a un par de décadas. No es éste, sin embargo, el criterio del que humildemente me valgo para declararme socialista, sino más bien la aplicación de los parámetros de eficiencia, poder y éxito que emplean los conservadores y liberales para señalar como ejemplo a los Estados Unidos.

Mis baremos son otros, muy breves y sencillos, y por eso seguramente simplistas. Si el autor de estas líneas se proclama socialista es, contra lo que pudiese parecer, porque ama por encima de todas las cosas la libertad individual y entiende, como lo hacía su admirado Oscar Wilde, que dicha libertad solo florece universalmente cuando todos los sujetos sin excepción tienen las necesidades básicas resueltas, esto es, alimento, vivienda, vestido, profesión, educación, sanidad y renta disponible para una socialización igualitaria. Se trata, en efecto, de colocar a la economía en función del hombre, y no al revés, logrando la emancipación respecto de las necesidades perentorias para, una vez satisfechas, proceder a realizarse como mejor convenga, a través del arte, la amistad, la familia o la actividad comercial y la riqueza. Se trata, en suma, y como decía Albert Einstein, que no era estúpido, del reto de "superar la fase depredadora de la evolución humana". Y parece obvio que, en comparación con este sentido ilustrado de la libertad, la que propugnan los liberales no es más que una prerrogativa de las minorías cuyo despliegue necesita la subyugación (y depredación) creciente de las mayorías.

Pero hay más. Si me declaro socialista es porque antes soy demócrata. ¿Y por qué socialismo y democracia son inescindibles? ¿por qué las reglas básicas de la democracia --principio de la mayoría, comunidad de procedimientos, incertidumbre en los resultados-- solo pueden aplicarse en un contexto de homogeneidad económica? Pues por la elemental razón de que poca eficacia puede lograr una ley democrática en una sociedad económicamente dispar. Cuando existen minorías poderosas por su capital y poder acumulados, cualquier ley mayoritaria que pretenda retocar el statu quo se encuentra abocada al fracaso, según advera todo un repertorio de acontecimientos históricos repetidos desde 1919 hasta la misma actualidad. (Derecho de resistencia legítima al tirano y la opresión, denominaban desde Juan de Mariana hasta Ramiro de Maeztu este privilegio de desobedecer las leyes públicas que antaño correspondía a los aristócratas y desde el siglo XIX a los detentadores del poder social y económico. No por casualidad, junto a la propiedad privada y la libertad (comercial), era uno de los derechos sagrados y naturales declarados desde la Virginia de 1776 al París de 1789).

En definitiva, como estamos muy lejos de poder considerar satisfechas universalmente las necesidades perentorias, y como los contrastes económicos que obliteran la lógica democrática no cesan de aumentar, creo que siguen existiendo buenas razones para reivindicar el socialismo y la democracia, sin que ello suponga la más mínima complacencia con lo que tuvo de bárbaro la experiencia soviética.

2 comentarios:

Hadrian Bagration dijo...

La caída de los capitalismos burócraticos de Estado, junto con la permanencia en los pudrideros de la Historia de naciones que nada contienen de la democrática idea socialista que se marchitara ya en las primeras décadas del siglo pasado son el endeble argumento que prolifera en las bocas de quienes arguyen que esos bien merecidos fracasos de las tiranías del Este presuponen complacencia para con las miserias de los restantes puntos cardinales. He hallado en estas páginas un lúcido análisis de las tímidas relaciones entre la soberanía popular y el modo de producción que entrega sus excedentes de riqueza a quien legítimamente pertenecen: el pueblo en su conjunto, que no al pesado aparato estatal. Magníficas líneas.

Hadrian Bagration

Sebas Martín dijo...

Muchas gracias por el comentario y el elogio, que te devuelvo redoblado porque por mi parte he descubierto yo en tu blog un portal excelente. Enhorabuena sincera por el esfuerzo y la calidad, buena muestra de que comienzan a encontrarse en el océano virtual pequeñas joyas que ni ofrecen los periódicos de difusión nacional.

En cuanto a lo que comentas, una de los datos que más ilustran el carácter cínico y parcial de las anteriores críticas permanentes a los países del bloque soviético es la indiferencia que le ha tomado el relevo, que no alza la voz para denunciar ni un poco la miseria y lamentable situación en que ha quedado buena parte de la población que antes soportaba la opresiva dictadura comunista.

Un saludo afectuoso