domingo, 6 de julio de 2008

Los intríngulis del mercado o el liberalismo amanolado

En el mes pasado he cruzado la frontera que nos separa de Portugal en un par de ocasiones. La primera vez, al encontrar inesperadamente un supermercado abierto en domingo, entramos para comprar y traer a casa algunos productos de la tierra especialmente deliciosos, como el Porto o el famoso paté de sardinas. Bastó una mera comparativa de precios en alguna mercancía por estos meses esencial en casa (pañales) para apercibirnos de la diferencia sustantiva: de los 21€ que nos clavan en Mercadona o los algo más de 16€ que tuvimos que pagar en Pingo Doce.
A las tres semanas del descubrimiento, y por invitación de mi querido amigo Israel, volvimos nuevamente al Algarve para unas merecidas minivacaciones (tras tres semanas de trabajo intensivo). Al regreso aprovechamos de nuevo para abastecer al peque y empleamos algo más de tiempo en realizar lo que la economía política, al menos los postulantes del rational choice, toman como presupuesto incontrovertible de la conducta humana: ver, comparar y quedarnos con lo más beneficioso para nuestros intereses. Pues bien, la conclusión es que la leche, el aceite, la fruta (siquiera los melones y las piñas), los desodorantes y alguna que otra cosa que ahora no recuerdo eran proporcionalmente más baratos que en las superficies españolas.
Nada habría de extraño en estas diferencias de precio si no fuese porque Sócrates, el presidente 'socialdemócrata' portugués, estrenó su mandato subiendo el IVA -el tributo menos progresivo, exactamente- en una buena proporción.
La respuesta creo que debemos ubicarla en la voracidad de la clase empresarial hispana, irresponsable crónica y ciega por completo ante la dimensión social de su actividad económica. Ya tuve oportunidad de comprobarlo otra vez en Alemania, cuando compraba fresas frescas procedentes de mi tierra a menor precio del que se adquirían en los supermercados onubenses.
La cuestión es que, de ser certero el diagnóstico, se quebraría la presunta universalidad de la receta liberal que va desde Smith a Weber, sumando hoy una gran mayoría de adeptos, pues, ¿qué hacer cuando el sujeto de intereses no es autodisciplinado, no atempera sus pulsiones, sino que las desata en beneficio exclusivamente propio y con resonancia disolvente para los demás? La cuestión, además, se vuelve con crudeza hacia el discurso socialista, pues, a quién recurrir contra la irresponsabilidad económica masiva, ¿a un Estado que no es más que un conjunto de individuos? ¿a la coacción y la subordinación ejercida contra una proporción notable de la ciudadanía? ¿no tomamos entonces nota del fracaso histórico de esa receta empleada en exclusiva?
PS. Se agradecen respuestas o sugerencias. La que a mí se me ocurre apunta a colocarse cada vez más en canales externos tanto a los del capital como a los del Estado.

2 comentarios:

GuanacoEH dijo...

Te quejas con razón, amigo Sebas. Pero si te sorprende la voracidad empresarial hispana, te descolocaría por completo lo que se ve en el Tercer Mundo, donde un puñado de las fortunas más opulentas conviven con las pobrezas más míseros.
Como bien dicen que un ejemplo vale más que mil palabras, te cuento mi experiencia entre lo que se ve acá, en El Salvador, y lo que vi en Houston, Texas, ciudad que visité el año pasado.
Una bandeja con una pechuga de pollo partida en dos cuesta en un súper de El Salvador unos $4.50. En Texas se compran cuatro pechugas enteras -ocho medias- embandejadas por $5.
El salario mínimo en El Salvador es de $180 mensuales, y en EEUU incluso un inmigrante ilegal gana fácil los $8 por hora trabajada. Eso ganan los que alimentan, destazan y envasan los pollos. Se necesita un dato más: El Salvador es exportador de pollo a escala centroamericana. ?Cómo son las plusvalías en estos países?
Ya ves que en esto de la voracidad empresarial nunca nos dejarán de sorprender. Y ten en cuenta, Sebas, que acá la gente muere de hambre por falta de proteínas. La crisis no es un problema de evitarse una salida semanal a cenar fuera o posponer las vacaciones al extranjero para el siguiente año.
Me desahogué. Un beso.

Sebas Martín dijo...

Tienes toda la razón amigo Rober. La crisis que se está experimentando en España apenas puede compararse con la rutina diaria de miles de personas que, como señalas, se ven sometidas a esa desproporción entre sus irrisorios ingresos y los precios estratoféricos. Además, y como señalabas en esa llamada sorpresa que tanto te agradezco, los perdedores de la crisis están ya comenzando a ser aquellos que vinieron huyendo de una vida indigna....

Un abrazo