miércoles, 13 de mayo de 2009

El nuevo gobierno vasco

Para mi sorpresa, algún caro amigo dice haber echado en falta algún comentario de actualidad en mi blog. La verdad es que uno escribe ya predispuesto a no tener lectores, casi como ejercicio solitario de desahogo. Y como mi carrera profesional requiere para la promoción y consolidación la práctica de la escritura, pues me veo en ocasiones obligado a elegir entre el deber y el asueto de Meine Zeit. Pero, al parecer, ni carece uno por completo de lectores --y hechos un poco embarazosos han venido últimamente a demostrármelo-- ni tampoco la solución es enmudecer ante acontecimientos significativos de la actualidad.

Uno de ellos, querido Iker, es, ha sido, la formación del nuevo gobierno vasco, que suscita en mí sentimientos encontrados. Por una parte, no puedo sino celebrar que se haya consumado la alternancia, desbancando del gobierno a un nacionalismo conservador hegemónico que mostrando su escasa sensibilidad democrática todavía amenazaba, en boca de su obstinado líder, con 'gobernar Euskadi desde donde fuese'. Además, he de confesar que, por lo que al socialismo vasco respecta, la alternativa al PNV era más que pasable, al contrario de lo que ocurre por Andalucía, donde el PP que ejerce de oposición continúa representando a una derecha recalcitrante y con una visión eminentemente privada de lo público.

Ahora bien, por otro lado, creo que el nuevo gobierno vasco resulta forzado y rompe con la doctrina liberal que supuestamente inspira tanto al PP como al PSOE. Junto a la habitual presión mediática, ha salido adelante con la eliminación, escasamente democrática, de la izquierda abertzale --la cual, obviamente, no apoya, financia y conforma en su integridad a la banda terrorista--, y se ha creado con un pacto incomprensible que va a entorpecer la acción gubernamental en todo aquello que no sea política antiterrorista, es decir, en la mayoría de los asuntos. Y por si fuera poco, no responde en absoluto a la mayoría social vasca, que se ha decantado más bien por otro tipo de gobierno, basado quizá en un pacto entre el PNV y el PSOE.

Hasta qué punto, entonces, el dogma liberal según el cual las instituciones, para ser legítimas, deben representar a las fuerzas mayoritarias y centradas para poder así discernir el interés general no es más que un principio de quita y pon, proclamado sin descanso para aquilatar el bipartidismo y arrojado por la borda cuando se trata de asaltar el deseado bastión vasco.

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