domingo, 20 de abril de 2008

Vodafone roba 9 millones de euros a sus clientes en dos meses

Este podría ser el titular de un diario de tirada nacional en un país democráticamente vigoroso y constitucionalmente alerta.

Hace aproximadamente dos meses, cuando hacía una perdida a mi novia para indicarle que había llegado bien a mi destino, en lugar del habitual contestador que indicaba desconexión o ausencia de cobertura, me respondió una voz mecánica invitándome a dejar un mesaje de voz que sería transcrito a un sms que le llegaría al titular de la línea desconcectada o inaccesible en esos momentos. Me ocurrió aproximadamente cuatro o cinco veces, en cada una de las ocasiones en que telefoneé a colegas con números Vodafone y estos tenían el móvil desenchufado. Escamado ante este nuevo servicio unilateralmente impuesto por la compañía a sus clientes sin su consentimiento, procedí a darme de baja en él, ya que sospechaba que era de pago. Ocurrió lo de siempre: derivaciones de llamadas a plantas de teleoperadores instaladas en Latinamérica, desconocimiento del problema por parte de los asistentes, personal sin preparación que esquiva y llega a colgar a los clientes... En fin, más de una hora hasta que por fin me desconectaron el servicio tras dos intentos fallidos y otro que creí efectivo, aunque comprobé que fue simplemente un engaño.

Alerté de esta triquiñuela a compañeros y amigos con números Vodafone. Uno de ellos llamó expresamente para informarse, recibiendo como respuesta que el servicio, siempre que no se usase dejando el mensaje de voz (después transformado en un sms), era totalmente gratuito. Y hoy leo en la prensa digita, en una noticia arrinconada, que Vodafone ha estado cobrando 'por error' a sus clientes llamadas a teléfonos apagados y fuera de cobertura con el dichoso Dicta SMS. La devolución -¡oh desgracia!- no se realizará de oficio, sino que habrá de ser solicitada expresamente por el interesado con indicación expresa de cuáles son las llamadas facturadas indebidamente. El problema es que, a no ser que uno sea tan previsor como para apuntar en un cuaderno sus incidencias telefónicas, tales llamadas son ilocalizables por indistinguibles de las restantes conexiones de pocos segundos.

Total, un fraude a gran escala de unos pocos millones de euros, atendiendo al número de clientes y al coste de cada una de esas llamadas falsas. Como ayer decía, se saca aquí provecho de la consabida pasividad como actitud que se presupone (acertadamente) en el hombre cuando tiene el estómago lleno. No creo que supere el 10% la proporción de clientes cabreados que exigan sus tres o cuato euros robados. Tampoco creo que la multa estatal por activar servicios sin consentimiento o por cobrar indebidamente llegue siquiera al 10% de la pasta ganada en pocas semanas. Todos estamos, en definitiva, inermes ante situaciones como esta, para nada inusuales.

4 comentarios:

GuanacoEH dijo...

Relee eso que has escrito sobre las "plantas de teleoperadores instaladas en Latinamérica" en el contexto en el que tú lo citas, y verás que tiene un tufo xenófobo que se siente desde acá.

No dejes que te traicione aquello contra lo que te rebelas.

Un abrazo, padre.

Anónimo dijo...

Afortunados aquellos que pueden ver las facturas del móvil para comprobar a cuánto ha ascendido el robo. A estas alturas del año, hace una semana he conocido la factura del mes de febrero (sólo hasta el día 12, en el que acaba mi periodo de facturación), pero nada de las siguientes. Como el lógico, legal y ético, Vodafone me ha cobrado regularmente el importe de las facturas, aunque eso sí, un par de días antes de pasar el cargo al banco, te envían un SMS informándote de la cantidad; menos mal que alguien respeta las leyes y la lógica del mercado, si no esto sería la anarquía. Mi requerimiento de las facturas no puede ser debido más que a mi egoísmo natural o a cierta conspiración marxista de querer provocar que una creadora de riqueza y empleo se vea mermada en sus beneficios y provocar una situación de tensión en el contexto socioeconómico del país, o como se diga.
Si es que tenemos cosas... mira que exigir lo que es nuestro, si la propiedad privada no existe, camarada.¡Viva el comunistmo! (entre algunos, claro)
Fdo. Monipodio, Presidente de compañía telefónica (por lo de las demandas)

Sebas Martín dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sebas Martín dijo...

Tienes razón, he sentido en varias ocasiones que había algún tipo de desprecio latente cuando hacía afirmaciones de ese tipo. Pero desconocer que la consistencia y la solvencia de ciertos sectores deja que desear para una dinámica concreta de mercado es también llevar la corrección política hasta extremos puristas. Y es que no se hace ahí ningún juicio racial, o cultural, sino más bien una constatación: ciertas organizaciones político-sociales, precarias en muchos aspectos básicos, producen actitudes que, valoradas respecto al orden del trabajo competitivo en ciertos sectores de la producción, pueden ser contraproducentes. Probablemente, si fuesen valoradas respecto a otros parámetros menos calvinistas, como la sociabilidad o el afecto, saldrían mucho mejor paradas. Y para quien esto escribe resulta que el orden de los afectos y las relaciones tiene mayor rango que el de la producción económica.

Tengo un colega que ha dado, y dará en breve, clases de posgrado a estudiantes latinoamericanos. Su diagnóstico, que no es racial ni cultural, sino meramente analítico, es que desgraciadamente los licenciados y profesionales que de allí llegan tienen lagunas pasmosas que comprometen la asimilación de resortes básicos de la ciencia. Tengo otro colega que, al poco de haberse trasladado a El Salvador, me decía que había tocado techo porque su función era corregir las faltas de ortografía de toda la redacción del periódico en el que trabajaba. No hay ahí xenofobia, sino prolongación de la rebelión