jueves, 1 de mayo de 2008

Retales de Post's

Adolece uno del defecto de soñar y planear miles de tareas sin después poder abarcar todas ellas como cumpliría hacer. Artículos, reseñas, monografías, traducciones y hasta empresas editoriales rondan la cabeza con el desafortunado efecto de proyectar una vida hacia un futuro ya hipotecado de antemano. De todo este cúmulo de menesteres por realizar van segregándose, como gajos incompletos e insatisfactorios, hojas sobre tal o cual asunto que pocas veces tienen la virtud de materializar lo que en un principio había diseñado mentalmente. La prueba más fehaciente de todo ello es que, pese a sus 827 páginas, a mi tesis, valorada de acuerdo a mis parámentros ideales, le faltan dos capítulos y una larga conclusión que habrían añadido al menos 300 páginas al grueso mamotreto.

Mi relación con este blog es similar. Cientos de impresiones sentidas por lo que me rodea empiezan a perfilarse como posibles post's que van acumulándose como tareas pendientes hasta comenzar a desvanecerse, o a ser sustituidas por otras nuevas reflexiones. Algunas veces he creído que, en lugar de redactar todos los artículos o libros que a uno gustaría suscribir, la salida podría ser escribir un libro sobre los libros soñados. Trasladados al mundo de los blogs, la solución a este atolladero de apuntes pendientes sería escribir sobre lo que uno querría escribir, trasladar a la red la sensación en bruto que desaría desarrollar si fuese disciplinado, metódico y constante.

Por eso escribo ahora algunos retazos, para recobrar sensaciones y compartirlas contigo.

Hace ya casi un mes estuve en Madrid. Era la fecha de la investidura de Zapatero como presidente. La dualidad entre la vida privada y la esfera pública se me hizo especialmente patente. Fueron días de trabajo, paseos, reencuentros, restaurantes y librerías que contrastaban con un centro de Madrid desierto porque cercado policialmente. Sintomáticamente, el cordón policial protegía las Cortes de la nada: las vidas privadas discurrían ajenas al acontecimiento político; ni una queja, ni una movilización, ningún jolgorio. La darwinista sociedad individualizada fluye por un cauce que ya ni siquiera se encuentra con la política en sus ceremonias principales. Mi particular experiencia despolitizada me procuró un pequeño descubrimiento: la librería Pasajes en la desafortunada Calle Génova, propiedad de la excelente y valiente editorial Trotta.

Corrigiendo en clase un comentario sobre una selección de artículos de la Constitución de Cádiz una estudiante persistía en la ideología: "es la primera Constitución democrática española". Parece que contra el dogma liberal no puede ni siquiera la prueba empírica de que en esta norma se abre un espacio de exclusión, estratificado y complejo, donde encontramos a las mujeres, los esclavos, los hijos de indias, los analfabetos o los trabajadores por cuenta ajena. Es cierto que al menos en Cádiz, como dice
Alfons, arrancan en España ciertos principios y propósitos encomiables, pero derivar la sociedad democrática de una organización patriarcal y esclavista es cuanto menos forzar el sentido de la historia.

Liberalismo, democracia y constitucionalismo ni significan la misma cosa, ni tienen porqué complementarse. El liberalismo es incompatible con una democracia popular que extienda la influencia de las decisiones políticas hasta el mundo económico; por el contrario, es perfectamente compatible con dictaduras sanguinarias, como demuestran desde Mussolini a Pinochet. El liberalismo, centrado estructuralmente en la institución propietaria -en todas sus variantes-, se lleva además mal con un constitucionalismo íntegro de derechos individuales y sociales. Sólo basta abrir un manual de análisis económico del derecho en su sección dedicada al derecho penal para percatarnos de cuánto importan a los economistas los principios constitucionales. La democracia puede ser, en efecto, contraria al liberalismo, pero también ciega ante las garantías jurídicas del individuo, aniquilando cualquier tipo de autonomía y de libertad con la mera excusa de la prepotencia de la mayoría. Quizá la organización ideal debiera colocar en su cúspide la idea constitucional, en su basamento la democracia como participación cívica en los asuntos públicos -concepción, por tanto, más amplia que la mera correlación de fuerzas partidarias- y como ornamentos periféricos los escasos y superficiales beneficios que nos concede el liberalismo capitalista.

Este mundo no tiene más que 18 años escasos. A un historiador le resulta bien visible que bajo la permanencia de las tradiciones no cesan de surgir quiebros sustantivos. Justo al contrario de lo que piensa un tradicionalista religioso como Gadamer, la verdad no está en esa permanencia epidérmica sino en ese devenir fluvial incontenible. Pues bien, la presente estructura política y productiva mundial nació con la caída del muro de Berlín. Dejando aparte el conocimiento insuficiente de los países del Este, mediatizado siempre por la pantalla de los dogmas dicotómicos oficiales, me interesa más aún el efecto reflejo que un mastodonte militar rojo podía tener en el occidente capitalista. Desde la financiación directa hasta la inspiración remota, probablemente suministraba la prueba empírica de una alternativa que, en el resto de Europa, hacía que la política y la economía se articulasen de diferente modo al actual. Basta ver el empobrecimiento masivo, la precariedad laboral, el estado del medio ambiente, la resignación ante lo inmodificable y el resentimiento creciente para hacernos una idea de lo que nos espera cuando este nuevo mundo tenga 50 años.

El antimilitarismo pertenece a la ingenuidad de la izquierda. Nadie parece destacar que Venezuela, Bolivia, Ecuador y Paraguay tienen en común el que el Ejército esté del lado de la voluntad mayoritaria. Un objetivo prioritario de la izquierda transformadora debiera ser aspirar a sustituir el patriotismo por la conciencia de clase entre los soldados, la mayoría de ellos en precario cuando no inmigrantes sin más salidas.

Leo hoy un estupendo artículo de
Vincenç Navarro en El País y descubrí ayer un notable blog crítico, donde puedes encontrar conexiones de interés y portales infumables procedentes de la estela nacionalista y casposa de Gustavo Bueno.

2 comentarios:

Franz Biberkopf dijo...

Muchas gracias por la recomendación y el enlace. Desde luego mi primera visita a este blog ha sido una feliz sorpresa. He encontrado excelentes textos y una línea que intenta abrirse camino entre el posibilismo pragmático de la Tercera Vía y el romanticismo de las izquierdas alternativas. Me he identificado mucho con algunas de tus afirmaciones.

Por cierto, no eres el primero que se sorprende al descubrir mi interés por Gustavo Bueno. Para mí hay que distinguir dos Gustavos Buenos: a un lado, el filósofo, el materialista, el brillante forjador de un sistema -materialismo filosófico- que se sitúa en una de las cimas del pensamiento español contemporáneo; al otro, el provocador político, el tábano, el nacionalista, el Maquiavelo del alcalde de Oviedo. Si separamos el grano de la paja, Gustavo Bueno merece un respeto.

Y lo mismo ocurre entre sus seguidores. A un lado están los brillantes filósofos; al otro, sus polémicos seguidores políticos, más preocupados por molestar a la "progresía" que por participar en movimientos sociales.

Sebas Martín dijo...

Muchas gracias por tu comentario e indicaciones, compañero Crates. En efecto, sé bien que Gustavo Bueno es (era) un filósofo riguroso con su cierre categorial y sus ensayos materialistas, pero, si no he percibido mal, el blog de su discípula Beatriz transpira demasiado nacionalismo español autoritario. Tendré que zambullirme en él con más detenimiento para juzgar más debidamente. Prefiero, sin embargo, con creces el tuyo, donde poder leer a Bourdieu y Zizek y desde el que saltar a una buena selección de publicaciones y blogs de sumo interés.

Un saludo afectuoso