domingo, 1 de febrero de 2009

El lenguaje conservador

Estos últimos días estuve en Alcalá de Henares visitando un archivo y consultando en él fondos históricos sobre historia criminal. Dos cosas reclamaron especialmente mi atención.

La primera se refiere a los primeros años del franquismo: comprobé, a través de los cientos de fichas policiales realizadas en la década de los cuarenta que tuve oportunidad de mirar, que una abrumadora mayoría de los detenidos, vigilados y condenados por pertenecer al partido comunista se habían afiliado a él después del 18 de julio de 1936. Antes de la sublevación habían sido simples simpatizantes de las ideas de izquierda, o meros republicanos burgueses. Conclusión: la insurrección, que pretextó miserablemente la necesidad de extirpar el 'enemigo rojo', fue la principal causa del crecimiento exponencial del comunismo entre nosotros, el cual, en las elecciones del Frente Popular, ganó poco más de 10 diputados.

La segunda nos retrotrae a los años de la Restauración. Estuve ojeando el proceso incoado contra Francisco Ferrer y otros anarquistas por regicidio frustrado en 1906. Sí, en efecto, me refiero a aquel famoso ramo de flores explosivo que lanzaron a la comitiva real en la misma calle Mayor el día de la boda de Alfonso XIII. No sólo me resultó reveladora la imagen prototípica del anarquista, que más que un obrero de arrabal, solía tener la indumentaria de un dandy, coincidiendo policías y testigos en la 'elegancia' de quienes arrojaron el ramo humeante. También las cifras de muertos y heridos por el atentado llamaron mi atención: quince muertos y setenta y cinco heridos. Pero si este extremo me parece destacable es porque, presión mediática y cultural conservadora mediante, hoy predomina una imagen de nuestro siglo XX que atribuye casi en exclusiva al 'experimento' de la II República la socavación de las bases de la convivencia, ocultando ideológicamente y de modo ruin la profunda fractura social que escindía la sociedad española desde hacía bastantes décadas.

Si os comento esto es porque cada vez estoy más convencido del carácter mendaz de la famosa 'división social' que esgrimen los conservadores y centristas de El País frente a cualquier propuesta transformadora. En esta semana que se cierra ha habido manifestaciones de los enseñantes de primaria en la Comunidad de Madrid contra la privatización. También ha habido una huelga general multitudinaria en Francia y está habiendo numerosas movilizaciones a lo largo y ancho de España contra los efectos devastadores de la crisis. Ni un solo medio ha afirmado que el capitalismo genera división social. Sí comentan al unísono, en cambio, que Bolivia sigue dividida pese a la amplia victoria de Evo Morales.

Son, por tanto, más que reticentes, sordos ante la posibilidad de que ese orden natural que tanto invocan, y que consideran inalterable por los artificios de la política, sea, en esta fase histórica, el orden socio-político del bienestar, la igualdad social y la participación política, creando fracturas y división todo lo que lo contradice y confronta. Si no, pregúntense qué parece más natural y coherente con nuestro estadio espiritual, si financiar y garantizar de una vez como merecen los servicios públicos básicos -sanidad, enseñanza, justicia, infraestructuras-, o bien articular esas alambicadas medidas que ponen en manos privadas la gestión de todas las prestaciones, como hace la señora Esperanza Aguirre. A mí no me cabe la menor duda de que el lenguaje conservador es aplicable al conservadurismo mismo: son ellos los que están constantemente diseñando artificios que violentan el orden natural de las cosas.

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