lunes, 21 de septiembre de 2009

La perspicacia presidencial

Lo siento. Sé que son preocupaciones pedestres, desprovistas de interés y próximas a la afición por las telenovelas, pero ando un poco entusiasmado con esta inédita batalla entre PRISA y Zapatero. Lo fundamental es no pensar ni por un momento que son motivos ideológicos o políticos, en el sentido más noble del término, los que están provocando el presente desaguisado. A mi entender, todo se reduce a cuestiones de interés empresarial, lo cual desacredita ya de entrada las reacciones y editoriales de El País y la Ser.

Aunque quizá lo haya insinuado ya en otro apunte, conviene insistir en que ninguna conclusión ideológica, a no ser en sentido contrario, puede extraerse de esta lucha entre oligarcas. Por un lado, el diario Público, versión escrita del minoritario sector mediático que cubre Mediapro, dista mucho de ser un periódico al servicio y adulación del presidente, tal y como pretenden sus detractores progresistas. Creo, por el contrario, que no hay medio nacional que no incurra en marginalismo y radicalidad que critique con mayor rigor desde la izquierda a la formación en el poder. Piensen en Reig, antisocialista hasta la extenuación, y en el difunto Ortiz, situado en la misma sintonía, pero reparen también en Escudier, Rosa, Taibo, Amirian, Martín Seco, Navarro, Escudero y un largo etc. Puede que la línea que siguen los editores de la sección política, aun dando cancha a IU, sea excesivamente acrítica con el PSOE y, con frecuencia, gratuitamente caústica con el PP. Pero lo que resulta innegable es que la mayor parte de la masa gris del periódico, aquella encargada de poner en circulación ideas y críticas (no sólo versiones informativas de hechos), se caracteriza por colocarse a la izquierda del PSOE.

Y por otro lado, no conviene caer en la trampa de pensar que Zapatero es más de izquierdas de lo que realmente es, por mucho que medios como Público se empeñen en lo contrario. No digo que no haya realizado gestos de importancia que lo colocan bastante más a la izquierda de lo que, en un país con pesado lastre franquista, es costumbre. Vean si no su reacción el pasado julio frente a la salida de tono empresarial en el diálogo social o su plausible intención de negociar los presupuestos con las fuerzas minoritarias a su izquierda, algo, por ejemplo, que resulta más pecaminoso para un socialdemócrata alemán que pactar con neoliberales o democristianos.

Pero tampoco exageremos. Entre realizar una política de izquierdas (esto es, de mantenimiento y ampliación de derechos sociales, de estricta redistribución de la riqueza, de abolición de privilegios injustificables, de mayor presencia pública en la economía, etc.) empleando una retórica centrista o emplear una retórica izquierdista realizando una política de centro, nuestro perspicaz presidente parece haber escogido esta segunda opción. Si no, a qué vienen esas menciones ideológicas a los 'poderosos' contra los que al parecer combate nuestro gobierno... suprimiéndoles el impuesto de patrimonio o dando patentes de corso a las SICAV. La diferencia es que mientras optando por el primer camino se habría granjeado simpatías izquierdistas y se habría evitado reacciones conservadoras y centristas, eligiendo el segundo se condena a no tener credibilidad en la izquierda --pues la retórica no viene acompañada de hechos sino de gestos y medidas simbólicas--, a escandalizar a los centristas y a facilitar a bajo coste argumentos-consignas a la derecha, que ya lo compara con Hugo Chávez.

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