jueves, 17 de septiembre de 2009

No más oxígeno

Cumpliendo todos los pronósticos, Durao Barroso, el anfitrión de las Azores, el huido de aquel gobierno portugués nefasto, inepto y al servicio de grupos privados, ha sido reelegido presidente de la Comisión europea. Y a su reelección ha contribuido el voto de los eurodiputados del PSOE, obligados al parecer por expresa consigna de nuestro presidente y por la lealtad que presuntamente todos le deben.

Nuestra socialdemocracia es tan proclive a dar balones de oxígeno a sus adversarios que su condición de formación izquierdista es más que dudosa. El incomprensible respaldo institucional prestado a grupos neonazis, cuya identidad misma es anticonstitucional y por tanto exterior al código de valores sobre el que supuestamente se funda nuestra sociedad, fue la circunstancia que provocó el asesinato de Carlos Palomino. Las tres bajadas fiscales del pasado año, el paso del 45% al 43% en el IRPF, el descenso del Impuesto de Sociedades y la supresión del de Patrimonio, supusieron en conjunto un regalo de más de 10.000 millones de euros a unos sectores que no darían un solo duro por Zapatero y el PSOE. El mismo blindaje de las SICAV frente a las denuncias de la inspección de hacienda benefició a multimillonarios muy poco socialistas. El Ministerio de Cultura subvenciona Razón Española, órgano de propaganda neofranquista. Van a endurecer el estatuto del extranjero vulnerando sus derechos con la vana pretensión de granjearse simpatías conservadoras, cuando para el conservador son los responsables de una inexistente política de puertas abiertas. Y así podría continuar con los ejemplos.

¿Falta de estrategia, exceso de liberalismo o elitismo de la cúpula socialista? Quizá de todo un poco. En este punto, la concepción liberal de la política exhibida por nuestra socialdemocracia no resulta indiferente. Si las decisiones y los acuerdos proceden de la confluencia espontánea y racional entre los intereses no se necesitan medidas contrarias a ningún interés; es más, pueden contentarse todos, primeramente aquellos que cuentan con más relevancia y prestigio, que son en definitiva los que impulsan el desarrollo social.

Pensar que derechas e izquierdas son lo mismo, que qué más da situarse a un lado o a otro para conquistar la justicia, conduce desde luego a creer que en política no existen oposiciones reales de intereses, sino discrepancias aparentes envueltas en la igualdad y universalidad del género humano. Pero como desconfío de las explicaciones idealistas, creo que este factor contribuye sólo parcialmente a la derechización de la socialdemocracia, explicable en cambio por una circunstancia más pedestre y material: la procedencia económico-social de la cúpula del PSOE. ¿Hay algún sindicalista, algún trabajador precario en la cúspide de sus filas? ¿Hay posibilidad siquiera de que alguno de los miembros del gobierno comunique a sus decisiones la experiencia de una biografía obrera? Me da que no, que lo habitual es su plena inserción en nuestra oligarquía económica y cultural.

Con todo, no ya es que crea que ZP sigue siendo soportable en cuanto mal menor, sino que lo que considero insportable es la caradura que muestran derechistas, liberales y progresistas en la persecución que acaban de emprender. Resulta que nuestros conservadores, sofistas disfrazados de custodios de la pureza moral, sienten ahora nostalgia del PSOE de Felipe González y no paran de adular a Pedro Solbes, artífice de esas medidas pro-ricos que han vaciado las arcas públicas. Y qué decir de PRISA, cuya prepotencia se mide por el descaro con el que ataca al gobierno cuando no satisface sus intereses corporativos. Zapatero, en este sentido, cuenta con el mérito, novedoso entre nosotros, de no tener un solo aliado mediático (pues en Público lo condenan sin piedad y sin parar), algo desde luego muy saludable en democracia. Si en 2012 saca once millones de votos se habrá demostrado entonces que la opinión publicada, la propaganda, no sólo no refleja el espectro ideológico de la sociedad española, sino también y sobre todo que ejerce una violencia simbólica indecible sobre ella.

Pero si el PSOE decide dar oxígeno a quienes sostienen una cosmovisión derechista de las relaciones sociales, no por ello han de hacerlo las agrupaciones a su izquierda, únicas defensoras del Estado del bienestar. IU, ICV y ERC debieran negociar duramente la revisión de los impuestos y no entrar a dialogar si no se adoptan medidas progresivas. Y si el gobierno no acepta tales condiciones, que busque un pacto con el PP, para que de una vez se escenifique el acuerdo real que los une. Y si con ello se desgasta aún más, allanando ya el terreno a la próxima victoria democristiana, que quede entonces claro que fue su falta de determinación la que la provocó.

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